Pedro no mostraba interés por los animales pequeños.Sin embargo, Natalia estaba entusiasmada, así que, para evitar el silencio incómodo, él preguntó: —¿Por qué?—Su pelaje es muy suave y es muy obediente. ¡Cuando le doy de comer, le gusta lamerme las manos! —dijo Natalia, riendo de sus propias palabras.Al notar que Pedro no decía mucho, se sintió un poco avergonzada. —Lo siento, no puedo evitar hablar de Mimi.Pedro, distraído, pensó en Bella.A ella le encantaban los conejos y pandas, y siempre que veía a Mimi, no podía resistirse a acariciarla.—Quizás sea parte de nuestra naturaleza como chicas —dijo Natalia, sonriendo—. La señorita Fernández también ama a los animales, ¿verdad? Escuché que el señor Sánchez le hizo un regalo de un zoológico...Sin embargo, al darse cuenta de que Pedro y Carlos eran enemigos, se apresuró a disculparse. —Lo siento, no quería mencionar algo que te incomodara.—No hay nada que me incomode, es un hecho —respondió Pedro con un tono neutral.Aunque no le
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