Justo cuando Bella pensaba que ni siquiera Pedro se resistiría, él giró la cabeza y, al ver su expresión, su apuesto rostro se ensombreció.Rodeó el cuello de Bella con el brazo y, alzando la mirada, le dijo fríamente a la azafata: —Si quieres seducirme, primero pregunta si mi esposa está de acuerdo.La azafata se quedó visiblemente sorprendida, probablemente sin esperar que esos dos, que no habían cruzado una sola palabra desde que subieron al avión, fueran en realidad marido y mujer.—Ay, ¡cómo puedes decir algo tan maleducado! Ella solo te dejó su número, no es que... —tosió Bella— ¡Suéltala, suéltala!Bella ni siquiera pudo terminar de hablar, porque Pedro apretó más el cuello de ella, haciéndola toser.Pedro aflojó un poco el agarre y le dijo con frialdad a la azafata: —Llama al jefe de cabina.Al oír eso, la azafata, con un rostro pálido, suplicó: —Lo siento mucho, señor, no fue mi intención. ¡Por favor, no me denuncie!Parecía tan triste y desamparada que Bella quiso intervenir,
Leer más