El ardiente beso de pasión la llenó de tímida emoción y anhelo.Los dedos de Pedro se deslizaron bajo su ropa, haciendo que su piel se estremeciera con oleadas de cosquilleos electrizantes.Bella se irguió con ansia, rindiéndose completamente a sus caricias, dejándole a Pedro la libertad de explorarla sin reservas.Esa noche, los dos amantes se enredaron en una entrega apasionada, donde florecieron deseos incontrolables.Ella, una mujer sumida en sueños de amor correspondido.Y él, un hombre que antaño parecía sereno, ahora se entregaba a una salvaje y ardiente furia.Ninguno entendía qué cambio había despertado en el otro, pero tampoco les quedaban fuerzas para meditarlo.Se fundieron el uno en el otro, sin resguardos, disfrutando plenamente del acto de hacer el amor.Como si quisieran liberar toda esa pasión precisamente esa noche.Fuera, la noche era fresca como el agua, pero dentro, la pasión ardía como el fuego, e incluso la luna se escondió entre las nubes, avergonzada de presenc
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