Él admitió que estaba celoso. Incluso sentía envidia.—¿Te gusta él?— Juan miró intensamente sus ojos, formulando la pregunta que más quería hacer.—Esto es asunto mío y no tiene nada que ver contigo.—¿En serio?— Juan agarró su muñeca y la presionó, acercándola más al automóvil. Lina se debatía: —Juan, ¡suéltame!—Dime que no te gusta Leandro.Lina se enfadó, —¡Estás loco! ¡Me gusta quien quiera, es mi libertad!—¡Dilo! Lina, solo quiero escucharte decirlo.Lina continuó luchando, —Me gusta él, realmente me gusta mucho. Me vuelvo loca por él. ¿Estás satisfecho ahora?En los ojos ardientes de Juan, destelló una determinación, y su pecho le dolió como si le hubieran apuñalado.Aprovechando esto, Lina se liberó de él, retrocediendo dos pasos consecutivos, con una mirada de alerta: —Juan, no importa a quién me guste, ni siquiera si hoy no fuera Leandro, habría un Leandro dos, Leandro tres... o cualquier otro hombre. Pero esa persona nunca será tú, ¿entendido?Mientras habl
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