Morgan sujetó su mejilla con una mano, obligándola a levantar la cabeza para mirarlo. La luz los bañaba, tiñendo sus rostros de un cálido resplandor. Sus ojos parecían más claros, más suaves.—Antes, me disgustaba cómo te alejabas de mí, siempre enfrentándome. Ahora, no me gusta verte decaída y temerosa. ¿Es esa razón suficientemente sólida?El entrecejo de Cira se contrajo levemente, y sus ojos de repente se calentaron.El corazón, que había estado sumergido en la amargura todo el día, parecía, en ese momento, encontrar un resquicio de luz, como si algo estuviera a punto de romper la tierra y surgir.Morgan dijo: —¿Te gustan los fuegos? Estoy aquí, puedes verlos cuando quieras.Cira, completamente desconcertada, bajó la cabeza, sin saber qué decir, su respiración desordenada.De repente, una música familiar, alegre y relajante sonó en la plaza. No se sabía quién había comenzado, o tal vez era la alegría de Año Nuevo y las vacaciones, pero todos, jóvenes y viejos, empezaron a bailar.M
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