La señora mayor se acercó a Morgan, con un tono mucho más amable: —Morgan, te agradezco por venir. Cuando te llamé, estabas en la estación de tren, ¿verdad? Acabas de llegar a la ciudad y, sin descansar, viniste directamente a ver a los niños.Morgan respondió: —No fue nada.—Quédate también esta noche, mandaré a preparar dos habitaciones para ustedes.Morgan no rechazó: —Está bien.La señora mayor se frotó la espalda y suspiró: —Ha sido un día agotador, estos viejos huesos míos ya no están cómodos.Estela, siempre atento, dijo: —Señora mayor, descanse primero. Nosotros no somos extraños, no necesita atendernos, nos arreglaremos.En una esquina desapercibida, Cira cerró los ojos secretamente, aliviando la incomodidad de su cuerpo.No podía ver, pero sus oídos estaban atentos.La forma en que Estela hablaba, cómo decirlo, sutilmente revelaba una relación especial con Morgan.No somos extraños, nos arreglaremos nosotros mismos, nosotros.Anoche, Morgan llevó a Estela a la fiesta de la fa
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