Cira apretó los dedos tan fuerte que sus uñas casi se clavaron en su palma, causándole dolor. Con calma, le gritó a su padre: —Papá, suelta el cuchillo. Suéltalo.Su padre, viendo la presencia policial, pálido y tembloroso, balbuceó: —Yo... yo... no sé qué me pasó, Cira, no fue intencional, no sé cómo llegó a esto…—¿De dónde salió el cuchillo? —Cira tragó saliva.—Estábamos esperando en el pasillo mucho tiempo, el médico no venía, y quise pelar una manzana para tu madre. Entonces, la enfermera nos dijo que no se podía hacer la cirugía, que no había corazón. No explicaron bien, y yo me alteré…Cira suavizó su voz: —Deja el cuchillo, suelta a la persona, déjame a mí el resto.Su padre asintió repetidamente.Muy confundido y sin saber qué hacer, temblorosamente retiró el cuchillo del cuello de la enfermera.La enfermera corrió lejos inmediatamente, y los policías se abalanzaron, reduciendo a su padre al suelo. Cira cerró los ojos, desviando la mirada, incapaz de soportar la vista.Los po
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