Ya casi había perdido la cuenta de las tantas veces en las que cerré los ojos esperando mi muerte, muchas de ellas incluso deseándole, en parte ya no quería seguir sufriendo, y ahora, no quería que mi bebé sufriera todo lo que había sufrido yo, pero tampoco podía perdonarme el no poder conocerlo, el no poder hacer que crezca como un niño feliz, cosa que yo no pude.Mi vida entera había sido una mentira, la mujer a la que creía era mi madre no lo era y además, me había perdido el crecer en el seno de una familia que se amaba y que mi tía describe como una fantasía, justamente lo opuesto a lo que fue mi infancia. También me dolía que mi padre haya muerto sin saber que el amor de su vida no era la mujer que dormía a su lado, sino que estaba siendo tratada como loca en otro continente. Mi vida entera volvió a pasar por delante de mí, y aun así, no sentí la paz que dicen se siente cuando se muere, sino un fuerte golpe en la puerta y pasos de varias gentes entrando, cosa que en el fondo f
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