El rostro de María se volvió pálido y ella solo tenía un pensamiento en mente: salir rápidamente de ese lugar. Corría hacia la puerta de la cafetería sin mirar atrás, con pasos apresurados y desordenados, dejando a Daniela bastante atrás.Afuera, el sol brillaba intensamente, la temperatura había subido considerablemente desde el día nevado de ayer, pero no podía calentar su cuerpo y corazón gélidos. El frío se elevaba desde la planta de sus pies, intensificándose cada vez más, a punto de envolver su cabeza.Descendió apresuradamente las escaleras y se detuvo en el borde de la calle, donde aún quedaba nieve acumulada. Se sintió vacía por dentro y, de repente, se dio cuenta tristemente de que no tenía a dónde ir. La energía parecía desaparecer de su cuerpo de repente, y María luchó por mantenerse erguida, evitando caer al suelo con piernas que amenazaban con doblarse. Bajo el cálido sol, su rostro se volvía cada vez más pálido.—María, no corras tan rápido, ¡espérame! —Daniela llegó ja
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