Para ella, él, señor Mendoza, era como una inundación o una fiera salvaje, algo de lo cual huir era imprescindible.Sin embargo, frente a su «marido», su sonrisa resplandecía con tal brillantez.En el corazón de Santiago, surgió un dejo de malestar.—¿Hola?Valentina echó un vistazo a su móvil. La llamada estaba conectada, ¿por qué su marido de matrimonio relámpago no hablaba?Santiago volvió en sí abruptamente, con un ánimo sumamente agrio, dijo:—Voy a buscarte para llevarte a casa, nos vemos en la puerta en diez minutos.Tras decirlo, colgó el teléfono.Valentina: ¿Qué le habría molestado para hablar con esa voz cargada de ira? ¿Acaso había hecho algo para enfadarlo?*Alonso tuvo que marcharse por un asunto urgente. Izan la acompañó hasta la puerta.Fuera de la villa, Santiago estaba parado junto a un automóvil común, de espaldas a la dirección de la casa. Al ver esa figura, el corazón de Valentina se tensó de repente.¿Señor Mendoza?Pero cuando el hombre se giró, y Valentina vio
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