“Enzo”, gimió, clavándome las uñas en la espalda mientras la penetraba, con los ojos en blanco de placer, “te quiero”. “Yo también te quiero, Nina”, susurré. Me incliné para succionar la suave piel de su cuello, disfrutando de su envoltura y de sus uñas clavadas en mi espalda. Deseaba poder quedarm
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