"¡Sube!", me dijo el empleado de la rueda de la fortuna, señalando el siguiente asiento disponible. Enzo subió delante de mí, deslizándose sobre el banco y palmeando el lugar a su lado."Tengo miedo a las alturas", dije tímidamente, pasando los dedos por el suave pelaje del peluche de lobo."No pasa
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