—Emm, si no planeas matarla, ¿cómo es posible que sea tan obediente? —preguntó K confundido. Dafne no era él, siempre obediente a ella.Un destello malicioso apareció en los ojos de Luna. Dijo:—Si se casa con Hans y puede llevar una vida estable y feliz con su esposo y su hija, poco a poco, no querrá regresar a Nardo, ¿no es así? Ya que Hans la ama tanto, ¿por qué debería competir conmigo por la herencia en Nardo? Que ella sea la señora Rivera y yo seré la heredera del Grupo de Vientos, ¿no sería eso lo mejor para ambas partes?—Vaya, qué idea más retorcida.—Lo hago por su bien, ¿cómo puedes decirlo así? Ya estoy bastante cansada de trabajar con Dylan, aquel hombre imprudente. No quiero tener otro obstáculo que me retrase y que tenga que ayudar a resolver sus problemas todos los días.—Pero, ¿qué pasa si Dafne también tiene sueños de ser una mujer fuerte como tú? Sería una idea maliciosa hacerla convertirse en solamente una esposa y madre, ¿no es así?—Puedes considerarlo como ella
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