"¿Cuáles son sus órdenes, señor?”, preguntó vacilante, viendo los celos y la rabia evidentes en el rostro del otro hombre. El Príncipe miró a Lydia, a la que empezaba a odiar por su inteligencia, pero a la que también comprendió que necesitaba. Cuando terminara la campaña le bajaría los humos, pero por el momento la necesitaba a su lado. "Tus índices de audiencia están en su punto más alto y él sigue ganándote", le recordó Lydia, tratando de no pensar en lo poderosa que se veía Sinclair en la
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