Al ver caer al caballo con sus propios ojos, el corazón de Adriana dio un vuelco, y sus pasos se detuvieron como los de cualquier otra persona.Valentina, sin embargo, mantuvo una expresión imperturbable y siguió los pasos de Omar hacia el establo. Dijo: —Un caballo sudoroso, una verdadera lástima.La expresión de Omar era tranquila, su tono completamente carente de emoción: —Es inútil, eso es lo realmente lamentable.—Sí.Adriana escuchaba en silencio desde atrás. De repente, alguien inclinó la cabeza y le susurró al oído: —¿No te gusta la salsa?Era Andrés.Adriana mantuvo la compostura, ligeramente apartó la cabeza y dijo: —Hablando en serio, creo que tu probabilidad de gustarle a la salsa es mayor, dado el interés que le prestas.Andrés rió y dijo: —En fastidiar a la gente, no estás por debajo de esta dama de relaciones públicas.—Elogio infundado.Mientras hablaban en voz baja, en teoría, a nadie le importaría, pero por alguna razón, Omar, que iba al frente, parecía tener un
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