Natalie no se dio la vuelta y no detuvo sus pasos en absoluto. Matilda sostuvo a Beata y la consoló con una expresión de tristeza en su rostro.—Mamá, no te enojes. Tu salud ya no es buena, y lo que dijo Natalie fue solo una explosión momentánea de enojo. No debes tomarlo en serio.Beata, llena de rabia, dijo: —No importa si fue sincera o no. En el futuro, no la reconoceré. Matilda, a partir de ahora, eres mi única hija.Matilda, complacida en su interior, hizo una expresión incómoda en su rostro. —Mamá, no digas cosas enojadas. Te llevaré de vuelta a casa primero. Respecto a los asuntos con los Sánchez, pensaré en una solución.Beata, visiblemente agotada, le dio palmaditas en la mano. —Matilda, te agradezco mucho.Matilda negó con la cabeza. —No tienes que agradecer. Lo único que quiero es que nuestra familia esté feliz juntos.Beata no lo expresó con palabras, pero en su interior, estaba aún más disgustada con Natalie. Siempre había valorado la cercanía y el cuidado que le brind
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