El hombre corpulento, al ver la figura de Simón, también mostró una expresión de gran recelo en sus ojos. En ese momento, el hombre miró de reojo a Simón y dijo fríamente: —No te metas donde no te llaman, esto podría costarte la vida. Después de decir esto, hizo un gesto con la mano y los tres se subieron a un UTV, acelerando a través de la arena amarilla.—Mi arma, gritó al instante Paloma, muy angustiada.Simón frunció el ceño y dijo: —Tranquila, nos encontraremos con ellos de nuevo.—¿Qué quieres decir con eso?, preguntó angustiada Paloma.Simón suspiró y respondió: —Es obvio, todos vienen por las ruinas, nos encontraremos allí.El rostro de Paloma se tornó muy sombrío en un instante. Se volvió hacia el vehículo, tomó el teléfono satelital y, después de un momento, lo puso abajo y miró hacia el cielo. Aunque la tormenta de arena había cesado ya, el cielo sobre el desierto seguía cubierto por una densa capa de nubes amarillas que impedían así el paso de la luz solar.—El teléfono
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