Quién iba a imaginar en ese momento, que este grupo de personas se arrodillaría uno por uno, inclinándose hacia él, murmurando palabras de reverencia, llamándolo a Simón el verdadero dios, poseedor de un verdadero poder divino para someter a los demonios y exorcizar a los malvados.Simón, al ver esto, suspiró y se acercó directo a Pablo, diciendo con frialdad: —Ahora tengo tiempo, hablemos adecuadamente.—Maestro, por favor, perdóname. He sido ciego, no sabía que eras un maestro. Merezco morir, merezco morir, — balbuceaba Pablo mientras se golpeaba la cara, dejándola hinchada después de unos cuantos golpes.Los demás estaban completamente atónitos; nunca habían visto algo así. Lo que era aún más aterrador era que este hombre, uno tras otro, pulverizaba los cadáveres secos solamente con sus puños.El último zombi era especialmente aterrador, solo su presencia hizo que casi se asfixiaran. Su forma aterradora y su rostro grotesco hicieron que creyeran momentáneamente que estaban frente a
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