Cuando Clara vio a Emilia, entrecerró los ojos y la ignoró por completo. Continuó caminando hacia la entrada de los Navarro. Emilia, enfurecida, bloqueó su camino y le dijo:—Clara, ¿también has venido a comprar Radiantex? Deberías regresar de inmediato. Conmigo aquí, doña Celestia no te lo venderá.Clara, curiosa por la actitud confiada de Emilia, le preguntó:—¿Conoces a doña Celestia?Emilia respondió con seguridad:—¡Por supuesto! Ambas somos de familias de la alta sociedad, así que, por supuesto, nos conocemos. Además, Radiantex se volvió popular gracias a mí, así que doña Celestia me está muy agradecida. Si yo le digo que no te venda, no tendrás la oportunidad de comprarlo.Clara estaba perpleja. ¿Quién le había dado tanta confianza a Emilia? Radiantex había sido desarrollado por doña Celestia, ¿por qué necesitaría comprarlo?Ella pensó que Emilia era una persona tonta y desesperada. Si no fuera tan malvada, podría haber llegado a gustarle, ya que tenía un aspecto encantad
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