En ese momento, el sonido “ding” del ascensor resonó, y una figura se apresuró hacia nosotros, —María, ¡detente, suéltala!Era Hernán, corrió hacia mí y forcejeó para separar mis manos. Fui apartada, estabilicé mis pies y, como si estuviera completamente fuera de control, me lancé hacia Sofía nuevamente, casi como si estuviera volviéndome loca.Hernán me miró furioso y gritó, —¿Qué estás haciendo? María... te advierto, ¡detente!Sofía fue abrazada por Hernán, jadeando fuertemente y tosiendo sin parar. Su rostro morado se volvía gradualmente blanco. Después de recuperar el aliento, señaló hacia mí y gritó a Hernán, —Hermano, golpéala. Lo viste, ella intenta matarme. Ha estado tratando de matarme desde hace mucho. ¡Tienes que vengarme a mí!Me lancé nuevamente hacia ella. Desde que era niña, nunca había estado tan fuera de control. Incluso cuando Hernán me atacó antes, no perdí el control de esta manera. Nadie podía detenerme, asustando a Sofía hasta que su rostro palideció.Mateo, Estel
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