Mis manos estaban firmemente sujetas por Patricio, pero ninguno de nosotros habló. Él simplemente me protegía en sus brazos, notando que seguía temblando. Él me miró y apoyó su barbilla en mi frente, —Te lo prometo, ¡Dulcita estará bien!Sus palabras me hicieron colapsar por completo. Estiré mis brazos y lo abracé por el cuello. —Patricio, debes salvarla... es tan pequeña, siempre ha sido tan buena, nunca desobediente. Debe haber visto algo, o de lo contrario nunca habría seguido ese coche.—¡No llores! ¡Lo sé! —dijo Patricio, acariciando mi cabeza.—…El coche debe tener algo que la atrajo. Pensaba que eras tú, que te vio y se atrevió a seguirlo... Esta mañana me preguntó cuándo volverías de tu viaje de negocios, quería ir contigo a viajar...Lloré en su abrazo, incapaz de controlarme.—Su pequeño corazón debe sentirse muy solo para desear tanto verte. Esta mañana, cuando su abuela quería verla, ella le preguntó si iba a seguir maltratando a su mamá en el futuro. Es tan pequeña, pero y
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