Él ya se había quitado la ropa, me presionó y se inclinó sobre mí, yo lo mordía y pateaba salvajemente, gritando por ayuda. Él se comportaba como un leopardo enloquecido, con los ojos enrojecidos y soltó una risa espeluznante. —No eras así, ¿no te gustaba que te follara? ¡Hoy te voy a hacer disfrutar al máximo y luego recordarlo! Ja ja...—…Suéltame, Hernán... —estaba al borde de la desesperación, esa sensación de náusea abrumadora me invadía de nuevo, en ese momento preferiría morir antes que me tocara.Otro golpe cayó, sentí que todo daba vueltas, mi nariz se calentaba un poco.—No sabes apreciar lo que tienes, tú… sé buena, mi amor, quiero seguir tratándote como antes, María, no quiero esto, no quiero lastimarte, solo quiero amarte… Después de tanto tiempo separados, te extraño mucho, quiero estar contigo, ¿no es maravilloso? Juntos…Con un estruendo, la puerta se abrió con fuerza desde afuera, grité con todas mis fuerzas: —…¡Socorro! ¡Ayúdame! ¡Suéltame tú!…El instinto de superviv
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