—¿Estás jugando a la guerra psicológica conmigo?— preguntó Alejandro fríamente.El empleado respondió, —Señor Méndez, por favor, dígame directamente.Alejandro, con desprecio, sacó su teléfono y llamó a Eduardo. Después de que Eduardo contestara, Alejandro dijo, —Haz que traigan a su familia.Una vez que colgó, Alejandro miró al empleado, notando su expresión confundida. Se preguntaba si el empleado tenía una buena resistencia psicológica o si realmente no sabía lo que estaba pasando.Media hora después, los guardaespaldas trajeron a dos personas al despacho. Al ver al empleado atado a la silla, la mujer mayor y la niña palidecieron de inmediato.—Dani!—Papá!La mujer y la niña se acercaron emocionadas. —Dani, ¿qué error has cometido?Dani negó con la cabeza, —Mamá, tampoco sé qué he hecho mal.La mujer miró al hombre sentado en la silla, con una fuerte presencia, y dijo, —Señor, ¿qué le pasa a mi hijo?Alejandro, con los dedos apoyados en la mandíbula, habló con voz suave, —Qui
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