Cuando su teléfono la despertó, Janeth sintió un fuerte impulso de ignorarlo. En cambio, lo cogió y, sin mirar el identificador de llamadas, contestó.—¿Diga?—Bueno, buenos días a ti también.Janeth reconoció a su amiga, quien era su médico.—Hola, Sylvia. Lo siento, estuve despierta casi toda la noche.Y era verdad, estuvo platicando hasta tarde con Ray, tanto que ni siquiera recordaba en qué momento se quedó dormida.—Bueno, eso explica por qué no estás aquí.—Oh, mierda —Janeth rodó sobre su espalda—. Lo olvidé. Se supone que tengo que estar allí sacándome sangre.—Sí, así es —Sylvia respondió—. Apúrate y trae tu trasero aquí para que podamos terminar con esto. Tengo que tener los resultados del laboratorio antes de tu cita de la semana que viene.—Ugh, bien.Janeth echó las mantas hacia atrás. Molestando a Max que estaba acostado en la parte inferior de la cama.—Te dije que no en la cama.—¿Perdón?—Estaba hablando con el perro —respondió.Sylvia se rió.—Cariño, no tienes un pe
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