Todos los capítulos de La inocente esposa del despiadado Brasileño: Capítulo 71 - Capítulo 80
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71. Necesitarás preparar a tu mujer para esto
Para sorpresa de ambos, Alexia se mostró feliz de saberla allí, aunque terriblemente avergonzada por lo que había sucedido la primera vez que se vieron. La recibió con una sonrisa genuina. Cuando le dieron la noticia del embarazo, no pudo creerlo; sin embargo, su corazón saltó de alegría. Su hermano de verdad merecía ser feliz y seguir adelante… aunque ella quedara atrás, en el pasado, absorbida por los terribles recuerdos y la desdicha — ¿Quieres tocar? — le había preguntado Calioppe, refiriéndose a su vientre. Alexia abrió los ojos, ilusionada. — ¿Podría? — Claro que sí, ven — estiró su mano para que se acercara, pero, por instinto, Alexia se pegó contra la pared. Nicholas se incorporó, tensándose y con todas las alarmas encendidas. — No creo que sea una buena idea — dijo. — Nick tiene razón — suspiró la mujer, triste y avergonzada. Calioppe torció el gesto, aferrada fielmente a la idea de que ella no iba a lastimarla, y que solo había sido un movimiento automático de tantos
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72. ¡Quiero verla pagar todo el daño que ha hecho!
Enterró el rostro entre sus manos. Pensativo. Rabioso. Sabía que no había forma de evitarle el sufrimiento, uno tan grande como descubrir la terrible historia que se escondía detrás de la muerte de sus padres. Gruñó una maldición. Se recargó contra la espalda de la silla y miró a la nada. Se había servido hace poco un vaso de whisky, así que bebió un trago largo hasta sentir que se le quemaba la garganta. Más tarde, echó un vistazo al reloj. Eran casi las diez. Dos horas desde que el investigador se había marchado, dejándolo con aquella enorme responsabilidad sobre sus hombros. Salió del despacho con destino a la recámara, pero se detuvo al escuchar voces y risas en el interior de la cocina, así que se asomó. Era ella. Estaba horneando junto a Kika, y lo que sea que fuera, olía delicioso. Se recargó contra el marco de la entrada, los brazos cruzados y la mirada clavada en ese ángel celestial que había llegado a su vida para salvarlo. ¿Cómo carajos haría para salvarla él a ella? S
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73. No pienso arriesgarte de esta forma
Calioppe estaba abrazada a sí misma, con la mirada clavada en un punto fijo. Ella no daba crédito a todo lo que había escuchado. Tiara era un ser que sobrepasaba todos los límites morales que cualquier persona pudiera tener. Cuando escuchó a detalle y miró con sus propios ojos las pruebas que el investigador había conseguido recaudar, sintió una repulsión tremenda. Odio hacia esa mujer, a todo lo que le había hecho, a ella y a personas inocentes. — Calioppe, Nick — dijo el abogado, mirándolos a cada uno respectivamente. Ella alzó la vista, regresando a la realidad —… un proceso legal como este es muy probable que sea noticia en todo Brasil. El apellido Da Silva ostenta de mucho peso en el país y no habrá forma de que podamos evadir a los medios. Nick suspiró. Lo último que quería era eso. — Podría ser un juicio a puerta cerrada. — Sí, pero entonces la gente especulará y la prensa tergiversará el escenario — suspiró el hombre, escondiendo las manos en los bolsillos de su pantalón —
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74. Tiara mató a nuestros padres
— Tranquila, tranquila, estoy aquí — musitó contra su frente, besándola y acariciándole la frente, queriendo convertir su dolor en suyo. Más tarde, llegó Horacio. Él lo puso al tanto de lo que estaba ocurriendo. Calioppe se quedó completamente ajena en el sofá, mirando a la nada, con lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas sonrojadas. El doctor la examinó, comprendiendo que se trataba de un ataque de nervios, así que le sugirió mantenerla serena y evitarle las emociones fuertes, sobre todo en su estado de embarazo. Le recetó un medicamento natural que en seguida Kika se movió a buscar. — Muchas gracias por venir, Horacio. — No hay de qué, lo sabes, mantenme informado si necesitas algo. — Así será. Despidió al doctor en la puerta del despacho. El abogado y el investigador ya se habían marchado, pues por el momento, era mejor dejar toda aquella situación a un lado. Ya luego se comunicarían, pero tendría que ser pronto antes de que se les fuera de las manos. El brasileño se a
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75. Era un error. ¡Tenía que serlo!
Los tres tomaron asiento en aquel salón. Thiago miró a su hermana, esperando por una explicación a aquella aberrante e imposible acusación. Conocía a Tiara, ya desde hace varios años, y la amaba, era la madre de su futuro hijo y le había demostrado que podía confiar en ella. Era una locura pensar pudiera hacer una cosa así de siniestra. ¡Ni que fuese un monstruo, carajo! — ¿Y bien? — espetó, ansioso, inquieto. Los miró a los dos. — ¿Recuerdas como conociste a Tiara? — preguntó Calioppe, todavía aferrada a la mano de su hombre. Él asintió, por supuesto que lo recordaba. — Trabajaba para mí. — No, trabajaba preparando café en la empresa. — Sí, pero después terminó siendo mi asistente cuando Gloria tuvo aquel accidente y lamentablemente… falleció. Calioppe suspiró. — No fue un accidente, Thiago — expresó con calma —. Tampoco hubo ningún paro cardiaco. Él arrugó la frente. — ¿De qué estás hablando? Por supuesto que lo fue, los médicos lo dijeron. — Los sobornaron. Tiara los s
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76. ¿Con que clase de mujer se había casado?
Thiago Da Silva aguardaba inquieto detrás de aquella pared, con el nudo de la corbata hecho un asco y el corazón latiéndole desmesurada. Mientras tanto, Nicholas Dos Santos lo miraba en completo silencio, consciente de la dolorosa verdad con la que cruelmente su cuñado iba a encontrarse. Los dos escucharon el chasquido de la puerta principal. Tiara había llegado al fin. Calioppe se asomó fuera del salón principal. Ya había estudiado meticulosamente el plan y no podía fallar. — Vaya, Lilo, no sabía que estabas en casa. Ella apretó los dientes, haciendo acopio de toda su entereza para poder contenerse. — Vine a visitar a Thiago, pero como no está, me marcho — intentó pasarle por el lado, pero, como había previsto, su cuñada la tomó del brazo, atravesándola con la mirada y una hipócrita sonrisa. — Oh, Lilo. ¿Por qué no te quedas y charlamos un poco? Te invito un vaso de whisky, porque puedes tomar… ¿cierto? — apuntó mirándole con una inquietante sonrisa el vientre. Calioppe se ten
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77. El CEO Da Silva destrozado
Sin poder creerlo, se aferró a la espalda de una silla. Sentía ganas de vomitar después de haber escuchado semejantes atrocidades, y no solo se le nubló la vista por las lágrimas de impotencia de que de pronto se hicieron presentes, sino por el terrible mareo que lo atravesó y sacudió su mundo entero. Sus peores miedos se hicieron realidad y cobraron forma humana al buscar los ojos de aquella mujer. Esa que amaba, esa que creyó que lo amaba de vuelta y en quien confió ciegamente, esa que había defendido y puesto en primer lugar por encima de quien sea. ¡De quien sea, carajo! Negó con la cabeza repetidas veces, incapaz de razonar, de encontrarle sentido. Su pecho subía y bajaba de una forma preocupante y su forma de respirar era demasiado irregular. Tiara ahogó un jadeo de impresión. Se supo acorralada. ¡Era una trampa! ¡Una m4ldita trampa! — Thiago… — sollozó, comenzando a derramar lágrimas sin control, una tras otra, como la condenada actriz que era. Se soltó del fuerte agarre de
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78. Tiempo de pareja antes del caos
Tan pronto llegaron a la hacienda, el brasileño obligó a Calioppe a descansar, además de pedirle a Horacio que fuese a revisarla. — No es necesario, estoy bien — se quejó ella, recargada contra el respaldo de la cama. Nick tomó su mano entre la suya, sentado en el filo del colchón. — Es necesario para mí. — Pero… — Nada de peros — la interrumpió, tierno, acunando su barbilla con la otra mano —. Has tenido que pasar por mucho esta última semana y quiero que estés en completamente para el día del juicio. La dulce joven torció el gesto. — ¿Sabes cuándo será? — Todavía es muy pronto, pero el abogado me mantendrá informado tan pronto den una fecha. — Bien — suspiró, bajando la mirada, tomándose varios segundos para procesar todo lo que estaba sucediendo — ¿Crees que Thiago vaya a estar bien? Ahora está tan solo qué… Nick se encogió de hombros, sin saber qué decir. — Ven aquí, no hablemos de eso por ahora — la pegó contra su pecho, brindándole confort y cariño. Más tarde, les avi
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79. Juicio y condena
El primer día del juicio llegó, y acompañados por sus respectivos equipos de abogados y también un séquito de escoltas, los hermanos Da Silva se presentaron ante la corte. — ¿Están listos? — habían preguntado ambos abogados. La prensa ya estaba allí, al pendiente, en espera de una declaración que al menos los pusiera al tanto de lo que estaba ocurriendo. Calioppe asintió, nerviosa, pero firme, aferrada a la mano de su hombre, quien era su mayor soporte en ese momento. Por su lado, Thiago se quitó las gafas y en silencio atravesó las puertas del tribunal, dando una clara respuesta de que quería que toda aquella pesadilla acabase cuanto antes. El primer enfrentamiento entre los hermanos y la acusada, fue desastroso. Tiara ya no se mostraba inocente ante él, por el contrario, su mirada era fría y parecía disfrutar de todo el daño causado esbozando una siniestra sonrisa. Thiago se sentía imponente, colérico y rebosado de rencor. La odiaba. La odiaba desproporcionalmente, a tal grado d
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80. Un valioso obsequio
3 meses después… Ese era el tiempo que había pasado desde que la justicia y la felicidad llegaron a la vida de Calioppe, aunque no a manos llenas; como lo hubiese deseado, pues la relación con su hermano desde entonces seguía dolorosamente rota. Y es que desde que a Tiara le dieron condena, no habían vuelto a verse, siquiera hablaban por más de cinco o siete minutos. Thiago se había encerrado en un caparazón al que llamaba su oficina dentro del conglomerado que le habían dejado los padres de ambos a cargo. Poco veía la luz del día, tampoco sentía la brisa de mediados de mayo. Miró el teléfono con los ojos llorosos. Sus últimas palabras antes de colgar la habían dejado sin aliento. — Yo también merezco pagar con cárcel todo el sufrimiento que he causado, Lilo — le había dicho, preso de la culpa, la rabia, el odio a sí mismo. — Oh, Thiago, no digas eso, por favor… yo ya te he perdonado — dijo con voz suave, triste. Él se quedó en silencio por varios segundos. — El que no se perdon
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