Nina Cerré el portátil de golpe. “¡Mierda!”. Grité, y luego me tapé la boca al darme cuenta de que podría haber despertado a Jessica y Lori. Tal como esperaba, llamaron a mi puerta. Lori abrió un poco la puerta y asomó la cabeza, con los ojos entrecerrados y el pelo negro revuelto. “¿Estás bien?”, preguntó. Negué con la cabeza y entró, con Jessica detrás; Jessica, por supuesto, llevaba un pijama rosa brillante con un antifaz en la frente, que contrastaba con el conjunto de camiseta y pantalones cortos de Lori. “Lo siento”, dije, con lágrimas en los ojos. “No quería hacer tanto ruido”. Jessica se dio cuenta enseguida de mis lágrimas y vino corriendo hacia mí. “¡No pasa nada!”, me dijo. “¿Qué ha pasado? ¿Ha vuelto a hacer algo Justin?”. Negué con la cabeza y sus ojos se abrieron de par en par. “¿Ha sido Enzo? ¡Voy a matarlo!”. “No, no”, respondí. “No fue ninguno de los dos, no creo. Es que... Toma, te lo enseñaré”. Abrí de nuevo el portátil y se lo enseñé a Jessica para que
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