Daisy y Sebastián entran en acción y, en media hora, todo está arreglado. Tienen autobuses chárter para llevar a todos al viñedo, y el personal del catering y del bar ya están de camino para instalarse. No habrá cientos de rosetones de papel en cada mesa, pero sí mucho espacio y alcohol. Ese es el punto de toda la noche.—Wow—, me saluda Sebastián con un silbido, mientras bajo las escaleras después de cambiarme. Llevo un vestido largo y ceñido salpicado de hilo metálico azul marino, como el cielo de medianoche.—Wow,— lo saludo, sonriendo. Porque, sinceramente, Seb con esmoquin es otra cosa. Algo tan interesante que hay que verlo para creerlo. Y aun así no estoy seguro de no estar alucinando al hombre perfecto. —Hola, 007.—¿Quieres que te sacudan o te revuelvan?— Sebastián dice, con una sonrisa.Me río. —Ambos por favor.—Mantén esas manos donde podamos ver—, grita Nita, desde donde está esperando con Evan en el porche delantero. Y cuando salgo, encuentro una enorme limusina blanca
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