Al final del día, terminé el borrador de un documento que le prometí a Greg, mi socio menos favorito. Le envió un correo electrónico, pero él responde, llamándome a su oficina, donde lo encuentro con un cliente, un hombre de cincuenta y tantos años, bronceado con spray del color de una mandarina. Lleva un cuello abierto con el brillo del collar de oro asomando. —Hola—, le ofrezco, parpadeando ante el vello del pecho que se muestra. —Jenn—, dice Greg. —Me gustaría presentarles a nuestro cliente más nuevo. Karl, ella es Jenn, nuestra líder de marketing. Saldremos a tomar unas copas para celebrar su llegada a bordo—, añade Greg. —Gran cliente. VIP. —Diviértete—, digo alegremente. Prefiero comer pastel sin azúcar que acompañarlos. —Aunque es un poco enigmático—, añade Greg, en voz más alta. —El resto del equipo está terminando una llamada y yo necesito subirme. ¿Por qué no acompañas a Karl al bar y le haces compañía hasta que podamos bajar? Greg me lanza una mirada. Claramente no es
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