— Sabes, hermano, lo triste que estoy, se me ha hecho vuelo de trinos y sangre la voz, se me ha hecho pedazos mi sueño mejor, se ha muerto mi niño, mi niño, mi niño, mi niño, hermano. No pudo llenarse la boca de voz, apenas vacío el vientre de mi dulce amor. Enorme y azul, la vida se le dio, no pudo tomarla, no pudo tomarla, de tan pequeño. Yo le había hecho una blanca canción, del amor entre una nube y un pez volador, lo soñé corriendo abrigado en sudor, las mejillas llenas, las mejillas llenas de sol y dulzor. Era en abril el ritmo tibio, de mi chiquito que danzaba, dentro del vientre un prado en flor era su lecho y el ombligo y el ombligo y el ombligo el sol. No busques, hermano, el camino mejor, que ya tengo el alma muda de pedirle a Dios, ¿Qué hacemos, ahora, mi dulzura y yo…—La voz del hada se desvaneció poco a poco antes de terminar su doloroso canto, y
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