Diana RodriguesMe senté en el borde de la cama, observando la habitación vacía en la que Aslan me había dejado. El día era extraño, la atmósfera parecía pesada, como si el aire mismo estuviera cargado de tensión. Aquella extraña atmósfera se cernía sobre todo el palacio, envolviéndonos a todos en una sensación de aprensión.José, mi amigo y hermano, estaba a mi lado, intentando calmar mis inquietos pensamientos. Renata, nuestra amiga recién llegada, también estaba allí, ofreciéndome su apoyo en medio de este desconcertante escenario. Mi familia, mi madre y mi hermano también buscaban seguridad. Pero a medida que pasaban las horas, la sensación de temor en mi pecho no hacía más que crecer.Los rebeldes, aquellos que se oponían al gobierno de Aslan, se acercaban al palacio. Sus intenciones eran desconocidas, pero los rumores que circulaban por la ciudad no eran nada tranquilizadores. Planeaban invadir nuestras tierras, desafiando la autoridad y la paz que Aslan había establecido.Mient
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