Una vez más, esa mirada que no distingue entre humanos y demonios, como si viniera de un campo de batalla ensangrentado y lleno de violencia.Enrique contuvo la respiración, sus labios temblaban.En aquel entonces, cuando se lanzó desde el edificio, el joven Alejandro abrazó el cuerpo ensangrentado de su madre mientras miraba a su padre, que llegaba tarde, con la misma mirada en los ojos.Sentía repugnancia, odio, pero aún más, sentía miedo.Ahora, ¿realmente iba a enfrentarse a su propio padre por el bien de la simple Clara?Ema y Leona inicialmente, querían venir a burlarse de Alejandro, pero en cambio, se asustaron.Estaban tan atemorizadas que ni siquiera se atrevían a respirar.Alejandro cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo que ya no había necesidad de decir más palabras innecesarias. Se dio la vuelta para irse.—¡Alejandro!La voz ronca de Enrique pronunció su nombre, su voz temblaba, —¿Estás protegiendo a la hija de los Pérez... estás desafiando a tu propio padre? N
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