133. Necesito que estés aquí conmigo.
Aquellas palabras resonaron en el interior de Audrey, dejando un eco de tristeza y comprensión en su voz. Reconocía la conexión especial entre su hijo y Gregory, pero nunca había imaginado que el amor que habían compartido trascendería incluso a través de la reencarnación. Ahora, Barack era un adulto enfrentándose a emociones abrumadoras, y ella luchaba por encontrar las palabras adecuadas para consolarlo.Audrey extendió su mano con delicadeza, buscando el contacto reconfortante con su hijo, pero él parecía distante y sumido en su propio mundo de dolor.—Hijo... —susurró, su voz entrecortada por la emoción—. Sé que amas a tu tío, y él te ama a ti. Pero debes comprender que, precisamente por ese amor incondicional, él estaría dispuesto a hacer cualquier cosa para protegerte y ayudarte.En ese preciso instante, como si fuera convocado por la fuerza de las emociones que inundaban la habitación, Gregory hizo su entrada triunfal. Transformado en su majestuosa forma de lobo blanco, atraves
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