SalvadaValeria intentó moverse, pero la presión sobre su hombro se lo impidió. Miedo, terror, así era como ella podría describir lo que su corazón sintió en ese momento, no le preocupaba ella, sino su bebé, aquel pequeño milagro que crecía dentro de ella.—No te muevas —gruñó el hombre y Valeria abrió los ojos con sorpresa al descubrir que era Dylan quien la retenía.—¡Suéltame! ¡¿Cómo te atreves?! —gritó ella entre enojada y temerosa.Dylan la giró entre sus brazos y Valeria arrugó la nariz al sentir el olor del whisky. ¡Estaba borracho!—¡No, no te dejaré! —respondió tomando un poco más fuerte los cabellos de Valeria.—Por favor, déjame, me haces daño —susurró la muchacha.—Tú tienes la culpa, tú me has obligado a actuar de esta manera, Valeria. Te he pedido perdón, me he ofrecido para ser el padre de ese niño y, aun así, me has rechazado. ¡Me has despreciado! —gritó presionando las mejillas de Valeria, acercando su rostro al rostro de la mujer y rozando sus labios contra lo
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