El pulso de Amelia se aceleró, su interior palpitaba. El resentimiento todavía hervía a fuego lento dentro de ella.A pesar de todo, su mente se agitó por la indecisión.Las palabras de Salvatore habían detonado una intensidad magnética abrasadora entre ellos.La decisión es tuya.Sin embargo, no tuvo tiempo de expresar su preferencia. Salvatore ya estaba acechando hacia ella. Sus manos encontraron su cintura. Su mirada, ardiente y anhelante, encontró la de ella con facilidad.—Todavía me duele la mejilla, cuore mio. Debes besarla para mejorarla— dijo arrastrando las palabras.—Te lo merecías—Quizás lo merecía... Castígame más, esposa mía— sonrió con maliciaSus ojos verdes se abrieron al principio. Luego, se estrecharon. El bastardo deseaba ser castigado, ¿verdad?D
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