Gimo en sueños cuando siento que viene un terrible dolor de cabeza. Abro los ojos mientras masajeo mi cabeza. No estoy en mi cama, estoy atada a una silla. Trato de liberarme de las cuerdas alrededor de mis manos, pero cuanto más lucho con ellas, más me queman la piel. Es como si fueran de plata. Miro a mi alrededor, y todo está oscuro. ¿Dónde estoy? Estoy a punto de gritar cuando escucho la voz de alguien.—No hay necesidad de gritar querida, nadie te escuchará—dice una voz familiar. Todo está oscuro, así que no puedo verlos.—¿Quién eres tú? ¡Muéstrate!—Le grito a la persona que está en la habitación conmigo.—Hola, querida—dice Ava, apareciendo frente a mí&mdash
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