Danisa abrió los ojos tanto, que la situación hubiera resultado cómica para cualquiera que la viera desde fuera, sin saber la tormenta de sentimientos que ambos estaban viviendo. - ¿Michael? ¿Eres tú? Danisa, con su habitual falta de reparos, lo miró de arriba a abajo, reparando en lo delgado que estaba, y que ya no era el hombre fuerte que una vez la cogiera en brazos, y la empotrara contra la pared. Estaba mucho más delgado, y sus ojos parecían tristes, es lo primero en lo que Danisa reparó. - Si, soy yo, ¿qué demonios haces tú aquí? Llevaba dos años sin verte, y de pronto, nos encontramos al otro lado del mundo. - Estoy viviendo aquí. La respuesta fue seca, concisa, no invitaba a preguntar nada más, pero Michael no se rindió. - Yo también, llevó aquí un tiempo, vine para hacer negocios, pero al final he tenido que quedarme por aquí.
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