La mañana estaba calurosa, así que a Camila no le importó mucho mojarse. Además Lourdes le había conseguido unas botas para este tipo de ocasiones, por lo que esta vez no había ensuciado sus zapatillas deportivas. Es cierto que aún no se había puesto la ropa que le recomendó, pero últimamente tuvo que tirar tantas prendas de ropa, que prefiere colocarse esos jeans y las botas.—¿Estás cambiada como para ensuciarte? —le dice con una sonrisa sabiendo que ella jamás está mal vestida—¿Ensuciarme? ¿De qué manera? —cuestiona con la ceja levantada—Nada, solo un poco de agua y jabón. Nada importante, tenemos que bañar al caballo de Lourdes.—En ese caso, creo que sí que puedo. ¿Con bañarlo te referís a que le vas a hacer vos?—No, me refiero a que lo vas a hacer vos. Tenés que aprender a hacerlo, así que va a ser divertido de todas maneras.—¿Divertido? —ella se ríe—. Está bien, enséñame para ver qué tenés—Okay, señora. Préstame atención, por favor —dice el tono de burla—. Lo primero que
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