Narra Verónica. — Harás lo que yo te ordene o si no tendrás un castigo, te dije que no seré gentil. — dijo dándome una nalgada y este Erick rudo me agrada más, me gusta que él sea así en el sexo. Erick ingresó un dedo en mi intimidad haciendo pequeños círculos con el mismo, después me introdujo otro dedo y empezó a simular embestidas con ellos, hasta que llegué a mi clímax, él me volteo de manera agresiva e introdujo su miembro de una sola estocada, se movía rápido, brusco, sin delicadeza, pero eso solo provocó más placer en mí. Los dos disfrutamos del vaivén de su cintura, como entraba y salía de mi vagina. En busca de mi propio placer movía la cadera tratando de que las penetraciones fueran más profundas, en un momento Erick encontró un punto donde las sensaciones eran inexplicables, al mismo tiempo jaló mi cabello mientras me ordenaba que me acostara boca abajo y como niña obediente solo cumplía sin refutar, ya que me sentía embriagada de placer y muy excitada.&nb
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