"Ella te hizo matar a mi hermano, Asher. ¿Cómo puedes no querer esto?", susurré, con las manos apoyadas en su ancho pecho. Mi voz había vuelto a la normalidad, pero las enfermizas venas de oscuridad que subían por mis dedos aún permanecían. Esta vez habían llegado más lejos, sobrepasando mis nudillos y llegando a la parte superior de mis manos. Las sombras estaban en silencio, llenas de la sangre de Rowena. No hubo susurros para arreglar esto porque esta vez, el daño era irreversible. Tumbada en el suelo, cubierta de su propia sangre, Rowena murmuró: "Yo no lo obligué a hacer nada...". El cuello de Asher se crujió cuando inclinó la cabeza para mirarla, y una onda de pura malicia sacudió su cuerpo y vibró por el vínculo de pareja. No era solo yo la que pendía de un hilo deshilachado, sino también Asher. "Créeme, la quiero muerta y quiero que sufra primero, pero no a costa de mi pareja. Mira tus manos, Lola. Mírate", dijo Asher en voz baja, con un tono de precaución. Mantuve
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